La primera vez que vi y escuché a Bernard Pottier fue en los Cursos de Verano de Jaca, en 1970. Yo acababa de terminar la Licenciatura en Filología Románica y había recibido una beca para asistir al curso monográfico España contemporánea. El profesor Pottier impartía un conjunto de conferencias sobre Semántica, disciplina lingüística entonces controvertida y en la que el trabajo del conferenciante tenía mucho de pionero. (…) Bernard Pottier es hoy profesor emérito en la Sorbona, tras haber profesado en ella, como catedrático, dieciséis años (1974-1990). A la vieja y celebérrima Universidad accedió Pottier tras diez años en otras dos universidades parisinas (Nanterre y París III) y después de casi otra decena repartida entre Burdeos y Estrasburgo. Sus enseñanzas se han extendido a prácticamente todo el mundo, pues ha sido profesor invitado y conferenciante en muy numerosas universidades de cuatro continentes (es decir: en todo el mundo, con excepción de Oceanía)
Su país –Francia- ha reconocido, en muchas ocasiones y de diversas formas, sus saberes y sus méritos. Pottier ha sido director científico del Área de Ciencias Humanas del CNRS (1972-1976) y ha permanecido como miembro –o presidente- de diversos comités científicos de esa institución durante un abanico cronológico que suma más de veinte años. Ha sido acogido recientemente en el Institut de France (Académie des Inscriptions de Belles-Letres) y es Officier de la Legión d’Honneur y Officier del Palmes Académiques.
Por otra parte, el reconocimiento de su proyección científica le ha llevado a cargos de responsabilidad extraordinariamente notables; por citar sólo una muestra, destacaré la presidencia del Comité Permanent des Humanités de la Fondation Européene de la Science (1982-1987).
El prestigio internacional de Bernard Pottier se fundamenta en una obra científica de veras impresionante. Creo que destacan en ella tres grandes direcciones: por una parte, la lingüística general y la preocupación -¿o la pasión?- por la teorización lingüística; por otro lado, la investigación polifacética –como tarea etnolingüística, descripción sincrónica y análisis histórico- de las lenguas indígenas de América Latina y por último, el estudio –sincrónico, diacrónico y dialectal- de las lenguas románicas, en particular del francés, del español y del portugués, con una referencia especial al dialecto histórico aragonés, que es, sin duda, son premier amour o, para ser más exactos, su “amor científico más juvenil”.
Del copioso conjunto de publicaciones que Pottier ha dedicado a las cuestiones teóricas, me parece de justicia destacar su Systématique des éléments de relation, libro publicado en 1962, pero que, en buena parte, constituye su thèse de doctorat d’État defendida en 1955. En esa obra se encuentra - creo- la clave de la visión que Pottier tiene de la lingüística, del lenguaje y de las lenguas humanas. He dicho visión (percepción), noción muy importante en la forma de pensar y de crear ciencia en Pottier, que se inspira, sin duda, en el pensamiento y en la obra del maestro cuya deuda él reconoce –junto a la contraída con R.L. Wagner- en la introducción del libro citado: Gustave Guillaume, que fue su profesor en la École Practique des Hautes Études en 1947.
En la Systématique des éléments de relation (defendida –no se olvide- cuando Pottier cuenta apenas 31 años), se percibe ya una preferencia clara por lo que hoy se entiende como el paradigma funcional de la investigación gramatical, en contraposición con el paradigma estrictamente formal (cf., por ejemplo, S.C. Dik, The theory of functional grammar, 1997, vol. I, cap. 1). Leída con los ojos y la cabeza de 1999, la Systématique impresiona por varios motivos: en primer lugar, por la extensa y ajustada, precisa información sobre corrientes y tendencias lingüísticas coetáneas que revela y por el perspicaz sentido crítico de su autor al respecto (en particular, tanto con referencia a los descriptivistas norteamericanos, como a las distintas orientaciones estructuralistas coetáneas); en segundo lugar, por la clara defensa de una sistemática funcional que tenga en cuenta la substancia, el significado, posición realmente resuelta en el seno de la lingüística europea y valiente respecto de las tendencias de los glosemáticos daneses, por ejemplo; en tercer lugar, por la propia originalidad metodológica con que Pottier aborda el estudio de lo que él denomina morpho-syntaxe (morfosintaxis), como un intento de proyectar a la “gramática” el método de análisis y de sistematización que se había revelado tan fecundo en la investigación fonológica (en la caracterización de las unidades del plano de la expresión o plano puramente fónico); en este sentido, impresiona, sobre todo, la flexibilidad del autor, que postula el sistema lingüístico como un “sistema siempre imperfecto” (op. cit., p. 34), en el que conviven elementos que no se encuentran igualmente “vivos” ni se articulan en oposiciones igualmente “rentables”.
En buena parte, en la Systématique se halla el punto de partida de las investigaciones de Bernard Pottier en el dominio de la semántica, disciplina en la que el autor creará un objeto y un método originales, tanto en el terreno más estrictamente conceptual como en el ámbito de la descripción de las unidades significativas, no sólo léxicas sino gramaticales, y a los cuales dedicará Pottier una ingente bibliografía. Por otro lado, en la Systématique se halla también el embrión de desarrollos posteriores de los planteamientos de Pottier, quien defenderá, treinta años después (cf. Teoría y análisis en lingüística, Madrid, Gredos, 1992 –libro que reúne, reelaborándolos, más de una quincena de trabajos publicados entre 1975 y 1985-) una gramática de base semántica, en la que, a diferencia de lo que sucede en las gramáticas formalistas, tengan “primacía los mecanismos de construcción del discurso por parte del emisor” (op. cit., p.219).
No quisiera abrumarles a ustedes con una presentación pormenorizada de las muchas y valiosas contribuciones del profesor Pottier. Pero sí quisiera subrayar, para terminar, la deuda que tenemos contraída con él los hispanistas y quienes se ocupan de la Filología Aragonesa. A la descripción del español, Bernard Pottier le ha dedicado varios libros fundamentales; destacaré tres especialmente, por su carácter globalizador: la Introduction à l’étude de la philologie hispanique (Burdeos, 1957), la Grammaire de l’espagnol (París, 1969, traducida al español en 1970 –Gramática del español- y ¡al japonés! en 1971 –Tokio-) y la Introduction à l’étude linguistique de l’espagnol (París, 1972), a los que habría que añadir la Grammaire explicative de l’espagnol (París, Nathan, 1994, 318 pp.) en colaboración con B. Darbord y P. Charaudeau. En el ámbito de la historia de la lengua española debe subrayarse también su Morfología histórica del español (de 533 páginas, en colaboración con Manuel Alvar –Madrid, Gredos, 1983-), su edición del Tesoro de las dos lenguas española y francesa de Caesar Oudin (1665) (París, 1968, 1010 pp.) o su más reciente La langue espagnole. Éléments de grammaire historique (París, Nathan, 1988, 223 pp., en colaboración con B. Darbord).
Pero, hallándonos en la Universidad de Zaragoza, es de justicia destacar especialmente que, como ya he señalado, fue el dialecto aragonés medieval el objeto científico que atrajo en primer término a aquel joven filólogo francés de 20 años que cruzó el Pirineo hacia Jaca en 1945. Dos textos manuscritos inéditos, de 729 y 602 páginas, respectivamente, dedicó Pottier entre 1945 y 1947 al estudio de dicha variedad patrimonial de Aragón: Étude pour une grammaire historique de l’aragonais (Phonétique et morphologie) (Mémoire de Maîtrise, París, Sorbona, 1945) y Étude sur la langue notariale aragonaise du Moyen Âge, d’après des inventaires des XIVe et XVe siècles (Diplôme de l’École Practique des Hautes Études, París, Sorbona, 1947). A partir de esas investigaciones inéditas, el profesor Pottier publicó entre 1947 y 1959 una docena de artículos sobre cuestiones de filología aragonesa en diversas revistas científicas (Romania, Romance Philology, Bulletin Hispanique, Vox Romanica, y especialmente, el Archivo de Filología Aragonesa de la Institución Fernando el Católico). ¿No les parece digno de especial reconocimiento que Bernard Pottier haya contribuido a dar a conocer ante el mundo los rasgos lingüísticos esenciales y algunos de los textos más notables del aragonés medieval, gracias a sus trabajos?
Sí, Don Bernardo, con el cariño y la admiración acrecentados en estos 30 años, muchas gracias por su extraordinaria obra científica. Nos honra muy de veras contarle a partir de hoy entre nuestros doctores más distinguidos y, además, créanme, no se hallará usted entre los senectos: a tenor de lo que opinan los lingüistas jóvenes de nuestro país (cf. José Luis Cifuentes Honrubia, ed., Estudios de Lingüística Cognitiva, I, Universidad de Alicante, 1998, p. 9), se encuentra usted en la vanguardia del más moderno cognitivismo. No cabría esperar otra cosa de un discípulo de Guillaume. ¡Muchas gracias!