César Dopazo García, Javier Martínez Rodríguez
La noche anterior a la investidura del profesor Amable Liñán como doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza organicé en mi casa una reunión de colegas amigos. El ambiente distendido y cordial predominó durante la velada. Hacia el final de la noche quise alardear de mi investigación periodística en las hemerotecas de León para averiguar datos sobre el lugar de nacimiento del homenajeado. Como pueden confirmar mi laudatio comienza “Nace en Noceda de Cabrera (León) en 1934, mes y medio después de la sublevación contra el gobierno de centro-derecha, presidido por Lerroux con participación de la CEDA. Condiciones iniciales de confrontación ambiental en un entorno minero y agrícola”. Describo, después, brevemente la zona minera y austera de nuestro León. Yo no veía demasiado entusiasmo en el rostro del profesor Liñán, quien al final del primer párrafo, me espetó a bocajarro: “Yo no soy de ahí. En mi pueblo no había minas”. Ante mi desconcierto y las bromas de los colegas, descubrimos que yo había centrado mi búsqueda en Noceda del Bierzo, próximo pero muy diferente del homónimo de la Cabrera. Algunos de los presentes sugirieron que toserían muy alto cuando al día siguiente yo leyera los párrafos erróneos para que nadie pudiera oírme y detectar el fallo. La esposa del profesor Liñán, Rosa Gutiérrez, fue la única que me brindó apoyo y, ante la insistencia de aquél en que él “no había nacido en ese lugar”, zanjó la cuestión con una amistosa sentencia: “Liñán, tú eres de donde diga César”.
Nace, definitivamente, en Noceda de Cabrera (León) y, al cumplir los 6 meses de edad, la familia se traslada a Murias de Somoza en la Maragatería. En la casa de sus padres, en un sano ambiente rural, se acostumbra a compartir.
Le gusta el estudio y tiene la suerte de encontrar un buen maestro que le inculca el gusto por aprender. A los 9 años se alberga en una pensión de Astorga para seguir los estudios generales en los Hermanos de Lasalle y cursar Ingreso y Primero de Bachillerato. Frecuenta la casa del poeta Leopoldo Panero. A los 13 años se traslada a Madrid con sus hermanos para continuar los estudios de Bachillerato en una Academia y en el Colegio Maravillas de los Hermanos de Lasalle.
En 1955 hace el ingreso en Ingeniería Aeronáutica. Disfruta de una Beca IAESTE en Turquía en 1959, incorporándose al trabajo tras un viaje al Líbano en un petrolero. Durante la carrera es becario del INTA en el grupo de Combustión, siendo su director de investigación el profesor Gregorio Millán, colaborador de Teodoro von Karman. Con ambos mantiene una interacción importante.
Su estancia en 1962-1963 en el Instituto de Tecnología de California (CIT) marca su vida; es el momento de auge en los trabajos seminales del método de desarrollos asintóticos, cuya aplicación al estudio de la combustión convierte a Amable Liñán en un maestro internacional y una referencia inevitable. Alude, también, a menudo a la fascinación que le causó un seminario multidisciplinar sobre los futuros problemas mundiales organizado por el CIT.
Se casa en 1965 con Rosa Gutiérrez (Rosita para los amigos) con quien comparte tres hijos (Javier, Nacho y Ana).
Tras su regreso de Estados Unidos obtiene por oposición en 1965 la Cátedra de Mecánica de Fluidos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid. En 1966 tengo el privilegio de recibir sus primeras enseñanzas, que no cesarán hasta el presente; su impacto como profesor y como persona es importante en mí y en varios de mis compañeros. Es un profesor accesible que no evita los problemas difíciles y que huye de los planteamientos clásicos y de las respuestas bien conocidas. Seguir sus explicaciones exige un extraordinario esfuerzo, pero muchos descubrimos y admiramos sus presentaciones siempre con horizontes abiertos y con tantas preguntas como respuestas. Sus magistrales estimaciones de órdenes de magnitud de los distintos procesos de los problemas de física e ingeniería marcan un antes y un después en la forma de entender la profesión. Recuerdo al profesor Liñán apurando al máximo los últimos minutos de sus clases y borrando la pizarra con la manga de su chaqueta, sin duda, para ahorrar tiempo, mientras el profesor de Resistencia de Materiales, que veía cómo le hurtaban minutos de su clase, se situaba al borde de un ataque de nervios, entreabriendo y cerrando una y otra vez la puerta del aula para hacerse notar.
Pienso que reflejo el sentir general de sus estudiantes diciendo que es “temido” por el muy alto nivel de su docencia y exigencia, pero muy querido por su dedicación y carácter amable, como su propio nombre. Acompaña a varias promociones en sus viajes de fin de carrera por Europa y Estados Unidos. En algunos de ellos a Nueva York, donde yo realizaba mi doctorado, tuve el placer de descubrir en el Village y en locales de jazz su gran afición a casi todo tipo de músicas, desde el flamenco hasta la clásica. En cualquier reunión social, Amable siempre está dispuesto a abandonar cualquier actividad para escuchar y cantar canciones sin o con guitarra. Es también un empedernido lector de autores de la literatura universal, declarándose admirador de Borges, así como un consumado cinéfilo, amante de los clásicos, especialmente de Hitchcock.
En 1973 hace una estancia sabática en Estados Unidos. Nos encontramos en un congreso en San Diego en el que hago la primera presentación de mi trabajo doctoral en una reunión internacional de Aeronáutica y Astronáutica. Me maravilla ver el alto número de científicos que conocen al profesor Liñán. Sin duda, haber sido estudiante suyo facilita ser bien aceptado. Recuerdo que al profesor Tony Oppenheim de la Universidad de Berkeley le gustaba llamarle “Amiable”, traducción al inglés no tanto de su nombre de pila como de su actitud afable. Muchas personas consideran que el profesor Liñán es el hombre de la sonrisa permanente. Siendo, en general, una observación correcta, pienso que Amable no está de acuerdo en que todo se puede decir con una sonrisa; puede ser duro y serio con la estupidez y con los comportamientos irracionales.
La buena relación de los profesores Liñán y Savirón propicia mi incorporación a la Universidad de Zaragoza. Nunca rechaza una invitación para impartir un curso o una conferencia en Zaragoza por muy cargada que tenga su agenda y es fundamental su apoyo para el despegue del Área de Mecánica de Fluidos, inexistente a mi llegada.
La medida del éxito del magisterio de Amable Liñán es el inmenso número de alumnos con cargos importantes, distribuidos por universidades y centros de investigación nacionales y extranjeros.
En 1993 recibe el Premio Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología. Le siguen los de la Junta de Castilla León en 1995 y de la Comunidad Autónoma de Madrid en 2007, en reconocimiento a su extraordinaria trayectoria investigadora.
En 1993 es nombrado Leonés del Año, galardón muy estimado por Amable, y en 1995 se incorpora como miembro de honor a la Asociación de Amigos de la Capa Leonesa.
El Instituto de España encarga al profesor Liñán en 1995 la organización de un curso de Mecánica de Fluidos en la Universidad Nacional Autónoma de Méjico de cuatro meses de duración (alrededor de 120 horas de docencia) en el cual tuve el honor de participar. En la década de 1990 viaja en varias ocasiones a Méjico para impartir conferencias invitadas en distintos centros de investigación y universidades.
En 1995 y 1996 imparte en Cuba conferencias en reuniones internacionales sobre Mecánica de Fluidos y Combustión. Recuerdo que, por tener que viajar en fecha y hora precisas a La Habana, Amable Liñán no puede asistir a la ceremonia solemne en la que los ñáñigos de Matanzas querían otorgarle la distinción de “Santo”. A cambio, visitamos Tropicana; durante el espectáculo, se anunció por los altavoces que “esta noche nos visita el profesor Amable Liñán, Premio Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología”. Al finalizar las actuaciones muchas mulatas se acercaron a nuestra mesa queriendo conocer a “el Premio”. En una de esas visitas hicimos un viaje indescriptible desde La Habana a Cienfuegos en un “Chevrolito de 1956” con unos amigos, ocho en total, con un maletero atiborrado de maletas y un bidón de gasolina de 30 litros; Amable calmó los temores de todos explicando que la gasolina sin oxígeno no podía arder y en aquel receptáculo, obviamente, no había espacio para el aire. ¡Una lección de combustión real!
En 2002 es nombrado presidente del Comité Científico de la Fundación del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología.
En este mundo global Amable no usa teléfono móvil, no conduce y lleva, a menudo, el dinero justo en sus bolsillos. Y, aunque a muchos les pueda parecer imposible, es feliz, disfruta de las cosas pequeñas tanto como de las grandes, y es un regalo para sus amigos.
César Dopazo García