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El honor se tributa a una persona como prueba del bien que hay en ella

Tomás de Aquino

Jose Luis García Delgado

Facultad de Economía y Empresa
Fecha acuerdo
Rector
José Antonio Mayoral Murillo
Padrinos

José María Serrano Sanz y José Mariano Moneva Abadía

Semblanza

Quiere la tradición que antes de su investidura el nuevo Doctor sea presentado en solemne sesión pública a sus futuros compañeros de Claustro y al público. En ella estamos hoy, en el bello y centenario salón Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, inaugurado el 18 de octubre de 1893, día de san Lucas, con presidencia de don Segismundo Moret y presencia, entre otros, de nuestro Joaquín Costa. Debo empezar diciéndoles que me honra y me complace sobremanera que se me haya encomendado la tarea de hacerlo, en nombre de mis compañeros. Porque pocas misiones hay tan satisfactorias en la vida académica como la de pronunciar un elogio bien ganado. Y escasos serán los elogiados que puedan competir en merecimientos para este honor con José Luis García Delgado, desde la perspectiva de un profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Zaragoza.

La unanimidad que ha presidido todo el proceso de su nombramiento es prueba inequívoca de lo compartido de tal afirmación. Por eso, Rector, debo empezar agradeciéndote, como representante que eres de nuestra querida Universidad, la sensibilidad demostrada por todos al escuchar a los proponentes, el Departamento de Estructura Económica, primero, varios firmantes a título individual, después, y la Facultad de Economía y Empresa, por último. Facultad que, como sabes, no prodiga sus peticiones, pues éste es el segundo Doctorado en sus cuarenta y dos años de existencia.

El Profesor José Luis García Delgado se incorpora hoy, formalmente, al Claustro de la Universidad de Zaragoza, pero sé bien que hace muchos años se siente íntima y estrechamente vinculado al mismo. Al menos desde comienzos de los años ochenta, en que empezó a venir regularmente aquí. Quienes le hemos pedido su concurso una y otra vez –y les habla alguien que ha abusado-, siempre hemos encontrado de su parte la disposición más perfecta a colaborar. Ha impartido conferencias y seminarios sin número, ha desarrollado un curso de doctorado durante una docena de años, ha codirigido un curso de posgrado otros tantos y ha presidido numerosos tribunales de Tesis doctorales y de oposiciones a cuerpos docentes.

También ha ejercido el arte de la persuasión –que en su caso no es virtud desdeñable, lo puedo asegurar- ante compañeros de otras Universidades, para conseguir que tal o cual proyecto académico se radicase en la Universidad de Zaragoza. Así se estableció aquí en 1992, y aquí sigue, Revista de Economía Aplicada, que ya es la más antigua de las revistas españolas de economía indexadas en el JCR. Así se domicilió en la Universidad de Zaragoza, y aquí continúa, la Asociación Libre de Economía, una de las más representativas entre las organizaciones de los economistas académicos españoles de hoy. Todo esto ha acabado por tejer una afinidad con Zaragoza que hasta trasciende lo estrictamente universitario y le ha hecho participar, entre otras muchas actividades, en varios ciclos de Economía y Cine, organizados por el Colegio de Economistas de Aragón. En fin, al margen de las estrictas obligaciones docentes de cada uno, no hubiera podido hacer más por la institución universitaria, de haber sido antes uno de nosotros. Dicho lo cual, y conociendo su sentido del deber moral, estoy convencido de que aún así lo intentará a partir de hoy. Por eso es justo este reconocimiento.

Pero, querido Profesor García Delgado, permíteme que sea sincero al llegar a este punto. A una Universidad de largo aliento como la nuestra, a una Universidad más de cuatro veces centenaria, a la Universidad de Santiago Ramón y Cajal, no le ha de bastar el estar en deuda con alguien, a la hora de conferir un título tan preciado y especial como el de Doctor Honoris Causa. Mi Universidad necesita que quien se incorpore a su Claustro con la dignidad de Honoris Causa tenga las más altas prendas en su trayectoria académica. Como bien sabes, estamos todos de enhorabuena, porque esto es, precisamente, lo que ocurre con tu persona. De ahí la unanimidad. Trataré de hacerlo evidente a continuación para quien no te conozca, bien que de una manera sucinta, a fin de mantenernos dentro de la tradición de este acto académico, aun a costa de sacrificar algunos detalles importantes.

Excelencia académica y compromiso público. Si hubiera que resumir en modo telegráfico el sentido de la vida universitaria del Profesor José Luis García Delgado, yo escogería esas palabras. Pero no piensen que se trata de dos lemas lejanos e ideales, como los que adornan algunos escudos heráldicos. Para él son tan plenamente inspiradores que los ha convertido en un programa de acción cotidiano y los persigue con esa voluntad férrea que muchos le conocemos y a menudo nos abruma. Tengo para mí que cada noche hace examen de conciencia y se interroga sobre sus aportaciones del día en ambos campos, con un tono escasamente complaciente hacia sí propio.

Excelencia académica y compromiso público son para él, por otra parte, programas de acción estrechamente entrelazados. No se dedica a promover la excelencia en sede universitaria y a mostrarse comprometido en la plaza pública. Sus temas de trabajo académico han tenido siempre un doble objeto. Hacer avanzar el conocimiento, por descontado, es el primero de ellos. Pero proporcionar lecciones que puedan servir para mejorar y cohesionar la vida colectiva de los españoles, es el segundo; por ese motivo en la vasta obra del Profesor García Delgado apenas encontrará el lector divertimentos académicos. Ahora bien, sus pronunciamientos públicos o aquéllos que impulsa, tienen siempre un sólido fundamento analítico detrás. En su compromiso, no es el nuestro un hombre de consignas, sino de reflexión.

En cuanto a la excelencia académica. El estudio de la economía española contemporánea ha sido el principal campo de trabajo del Profesor García Delgado y resulta extremadamente fácil hacer una síntesis de sus aportaciones: ningún estudioso del tema puede prescindir de sus ideas y sus tesis. Sea para seguirlas o incluso para disentir. Nuestros manuales, como nuestros trabajos de investigación avanzada, parten en muchas ocasiones de tesis acuñadas por el Profesor García Delgado o se las encuentran en el camino. Claro que en la era de internet, en un tiempo donde la erudición es a menudo denostada, se pierde a veces el origen. Afortunadamente, no siempre es así y el Profesor García Delgado ya ha recogido algunos premios importantes para un investigador español, como el Pascual Madoz de Ciencias Sociales o el Rey Juan Carlos de Economía, que acaba de recibir.

El denominador común de sus tesis sobre la economía española contemporánea es el fin de la maldición. Con sus raíces en los estudiosos de la decadencia, con el poderoso amplificador de los noventayochistas, con el oportunismo de los neo-regeneracionistas de la posguerra, con el complejo de tantos, el proceso de desarrollo de la economía española había sido convertido en un nuevo episodio de decadencia. Semejante caracterización creaba, por cierto, una desmoralización colectiva notable y, acaso por ello, el Profesor García Delgado se ha mostrado beligerante ante tal tesis. Frente al fracaso, la normalidad. La normalidad de un país europeo del sur, asentado en un entorno natural difícil, pero que ha sabido responder a los muchos accidentes que la historia le ha presentado. No hay dos largos siglos de decadencia, sino etapas mejores y peores, como otros las han tenido, con un balance de conjunto más que aceptable. No se puede hablar de decadencia cuando el ritmo de crecimiento de España desde 1850 a hoy ha sido superior al de Gran Bretaña o Italia, igual al de Francia y sólo inferior a Estados Unidos y Alemania. No ha lugar para un pesimismo inconsolable.

Junto a sus estudios generales sobre el proceso de desarrollo de la España contemporánea, el Profesor García Delgado ha investigado también a fondo periodos concretos y otros aspectos sectoriales e institucionales relevantes. En ellos sus tesis están hoy aceptadas con generalidad, como se decía. En particular, la incidencia en la economía española de la primera guerra mundial, y por extensión después, todo el primer tercio del veinte o los años cincuenta, que caracterizó como “decenio bisagra”. En el ámbito sectorial, sus estudios fueron decisivos para conocer a fondo el proceso de desagrarización de la economía española entre los cincuenta y los setenta. Desde una perspectiva institucional, es necesario destacar sus novedosos estudios sobre la economía del español, que han puesto cifras y argumentos a la idea del valor económico que tiene una lengua tan extendida cuantitativa y cualitativamente.

La referencia al español nos lleva por la mano a un tema que no se puede obviar hablando de García Delgado: su pasión por la escritura. En un tiempo en que ésta se valora tan poco, leer un texto de García Delgado es recobrar la confianza en que el lenguaje técnico no tiene por qué ser un lenguaje degradado. Palabras escogidas cuidadosamente y frases precisas y elegantes conforman su estilo. Como esto no es muy común hoy, muchos de los que escriben por encargo suyo acaban encontrando en letras de molde frases que hubieran sido incapaces de componer. Desesperado, García Delgado lo ha hecho por ellos.

Estamos en la Universidad y la docencia no puede pasar de largo, hablando del Profesor García Delgado. Hijo de maestro nacional, la enseñanza no se reduce para él a esa maldita hora que algunos procuran pasar de puntillas. Al contrario, ha sido una vocación siempre atendida con devoción, que se fue haciendo para él cada vez más imprescindible hasta la brusca llegada de la jubilación. Fue su preocupación por la calidad de la docencia, por hacer de ella algo exigente, lo que le impulsó también a promover la edición de diversos manuales, que hoy no tienen rival en la enseñanza de la economía española.

Respecto a su compromiso público. Cuando los jóvenes de mi generación tocados por el virus de la economía, empezamos a asomarnos a los medios de comunicación a principios de los setenta, la referencia a la que seguir semanalmente era un nombre colectivo y un tanto enigmático, Arturo López Muñoz en la revista Triunfo. Allí estaba ya José Luis García Delgado, como en Cuadernos para el Diálogo y en otros diarios o revistas. Nunca hasta hoy ha dejado de escribir con regularidad en los medios, al punto de convertirse en uno de los economistas académicos más asiduos en la prensa. Y no sólo en la prensa generalista. Impulsó y dirigió las que tal vez hayan sido las dos mejores revistas de alta divulgación en economía que hayan existido en España, Economistas y Revista de Economía, la primera del Colegio de Economistas de Madrid y la segunda, del Cnsejo General de Economistas de España.

Este interés temprano por influir en la opinión pública no es sino una manifestación de su compromiso con el destino colectivo. El Profesor García Delgado está en las antípodas del sabio de gabinete encerrado con sus papeles y ajeno al hombre común. Se ha implicado en mejorar la calidad del ambiente académico español  y del trabajo universitario, pero se ha implicado también en promover la cohesión social y política desde instancias de la sociedad civil.

Su paso por la vida universitaria ha estado plagado de ejemplos de compromiso, tanto por la aceptación de cargos académicos como por la creación de instrumentos de promoción del trabajo colectivo. Sin dejar de investigar, publicar, dar clases o escribir ha recorrido todo el escalafón de cargos en distintas Universidades. Ha sido, entre otras cosas, Director de Departamento en la Complutense, Decano en Oviedo, Vicerrector en la Menéndez Pelayo y la Complutense y Rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo durante diez años.

Pero además ha creado revistas de investigación que han cambiado el panorama de las publicaciones científicas españolas de economía, como Investigaciones Económicas y la ya citada Revista de Economía Aplicada. Ha inventado foros de trabajo exigentes para que el ejemplo de los mejores sirviese de estímulo al conjunto, como los Coloquios de Segovia, las Jornadas de Alicante, los Encuentros de Economía Aplicada o las Jornadas de Docencia, entre otros. Ha dictado docenas de conferencias y seminarios en Universidades españolas para predicar a profesores la necesidad de una autoexigencia máxima en el trabajo académico, por responsabilidad social y para ejemplificar. Todo esto lo ha hecho con una entrega, una dedicación y un saber hacer, para los que es difícil encontrar paralelismos.

Ortega pedía que la Universidad estuviera “sumergida” en la plena actualidad. Pues bien, en este sentido, García Delgado es profundamente orteguiano, aunque en ocasiones le subleve el pesimismo del filósofo. Con ser muchas sus aportaciones a la acción colectiva en el ámbito universitario, no ha quedado ahí el compromiso del Profesor García Delgado con su entorno. Se ha proyectado también hacia la participación en los debates de la política pública, bien que desde un ámbito infrecuente en España, instancias de la propia sociedad civil.

Muchas han sido tales participaciones, pero me voy a referir con brevedad exclusivamente a dos que tienen plena vigencia y de las que soy testigo cercano, la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y el Círculo Cívico de Opinión. Si se repasan las intervenciones del Profesor García Delgado en la Real Academia durante los últimos años se comprueba cómo ha ido desplazándose cada vez más hacia planteamientos generales, donde la economía y la política se entrelazan. Baste para probarlo su azoriniano título “Problemas y retos de una hora de España (I y II)”. Así ocurre también en el Círculo Cívico de Opinión, una iniciativa cuyo activismo, sentido del equilibrio y apuesta decidida por el interés general, llevan la impronta del Profesor García Delgado.

  Concluyo. Se incorpora hoy al Claustro de doctores de la Universidad de Zaragoza el Profesor José Luis García Delgado. Pues bien, permítanme decir en términos cinéfilos, tan caros al homenajeado, que, en realidad, era ya uno de los nuestros.

Muchas gracias

Autor semblanza

José María Serrano Sanz