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El honor se tributa a una persona como prueba del bien que hay en ella

Tomás de Aquino

Francisco José Chinesta Soria

Escuela de Ingeniería y Arquitectura
Fecha acuerdo
Rector
José Antonio Mayoral Murillo
Padrinos

Elías Cueto Prendes y David González Ibañez

Semblanza

Señor Rector Magnífico, 

Autoridades académicas,

Claustro Universitario,

Señoras y señores,

 

Es para nosotros un honor y un privilegio el poder dirigirnos a ustedes con motivo de este acto, que nos emociona sobremanera, y presentar y defender los méritos del profesor Chinesta que, a nuestro juicio, lo hacen merecedor de galardón que nuestra Universidad le concede.

Quisiera resaltar el hecho de que la propuesta que en su día firmamos tanto el profesor David González como yo mismo, pero que también apoyaba la profesora Icíar Alfaro ¾aunque por desgracia no es posible que el doctorando tenga tres padrinos por razones de protocolo¾ ha sido avalada por el Departamento de Ingeniería Mecánica, por el Instituto Universitario de Investigación en Ingeniería de Aragón y por la Escuela de Ingeniería y Arquitectura. Las tres instituciones, que representan a más de setecientos profesores e investigadores, aprobaron por unanimidad la propuesta en sus respectivos consejos de departamento, de instituto y junta de escuela, sabedoras de la estrecha relación del profesor Chinesta con nuestro grupo de investigación y de lo mucho que le debemos después de una colaboración más que enriquecedora y fructífera, que comenzó en el ahora lejano mes de septiembre del año 2000. Queremos mostrar aquí nuestro más sincero agradecimiento, que transmitimos a los Sres. Directores de las tres instituciones, con el fin de que lo hagan extensivo a nuestras respectivas comunidades.

Pero permítannos, como es de rigor, que pongamos en su debido contexto los méritos que hacen al prof. Chinesta acreedor de este galardón. El profesor Chinesta nació el 19 de Marzo de 1956 en Picassent, Valencia, localidad ésta donde pasó toda su infancia y su juventud y cuya cercanía a la capital de la Comunidad Valenciana le permitió estudiar ingeniería industrial en la Universitat Politècnica de València. La estancia del joven Francisco Chinesta en el Poli no fue, ni mucho menos, un hecho que pasara desapercibido.

En realidad, parece que las grandes mentes científicas tienen mucho en común. Para poner de manifiesto este hecho, y a la vez mostrar la grandeza de los logros científicos del profesor Chinesta, permítannos una pequeña libertad narrativa. Hay un paralelismo evidente entre la trayectoria del candidato y la de un joven aragonés, llamado Miguel de Villanueva, que allá por la década de 1520 abandonó Aragón para estudiar en París tras un breve paso por Toulouse. Es fray Juan de Quintana, el mentor del joven Villanueva, quien le anima a irse de España, calificada por éste como “tierra de envidia, soberbia, ignorancia y barbarie” [1] y le regala una biblia políglota, que le permite comprobar que ésta no menciona ni una sola palabra sobre la Santísima Trinidad, abriendo así para él, a su llegada a Toulouse, un “universo completo, un universo a escala”, que no era otro que la ciencia.

Nuestro candidato descubre su particular “universo a escala” cuando uno de sus profesores lo castiga, por negarse a realizar un trabajo de asignatura carente del más mínimo interés formativo, a estudiar primero y programar en un ordenador después el Método de los Elementos Finitos, una técnica por aquel entonces bien conocida en Europa y los Estados Unidos, pero aun lejos de su madurez científica. Pensando quizá que el joven Francisco Chinesta no iba a ser capaz de semejante hazaña, crea en él un interés inusitado, que marcará toda su carrera, hacia los métodos numéricos de simulación.

El profesor Chinesta, casi cinco siglos después de que Miguel de Villanueva partiera hacia Francia, tuvo el privilegio de pertenecer a la primera promoción de estudiantes españoles que disfrutaron del Programa Erasmus de la Unión Europea. La Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Valencia, consciente de que se jugaba una buena parte de su prestigio internacional con este programa, envía al que consideraba su mejor alumno de ese momento a la École Normale Superieure de Cachan, en París. Igual que para el joven Miguel de Villanueva la llegada a Francia supone el acceso a un nuevo mundo de ciencia, “de nacionalidades, de razas, de credos, …”, la llegada del profesor Chinesta a la ENS de Cachan le abre nuevas perspectivas, las que podía ofrecerle la que en aquella época era la escuela de referencia a nivel mundial en la Mecánica de Sólidos. Aspectos como la mecánica del daño, la caracterización mecánica de materiales compuestos o las más avanzadas técnicas computacionales avanzaban a un ritmo sin precedentes en ningún otro lugar en el Laboratorio de Mecánica y Tecnología, fundado por Jean Lemaitre y dirigido en ese momento por un joven Pierre Ladevèze en plenitud de creatividad y productividad científicas.

Se dice que en el primer año de su llegada a París, el joven Miguel de Villanueva, que por aquel entonces ya se hacía llamar Michel de Villeneufve, pronunciaba conferencias en la Facultad de Medicina sobre el sistema circulatorio a las que asistían los más prestigiosos catedráticos de la época “y gente muy importante de la Iglesia”. Algo parecido le sucedía al profesor Chinesta, que siendo aún estudiante pronunció su primera ponencia en el I Congreso de la Sociedad Española de Métodos Numéricos en Ingeniería, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en 1990. Era tal la juventud del profesor Chinesta en aquel momento que los más veteranos de nuestra sociedad recuerdan que, por los pasillos del hotel donde se celebró el congreso, se rumoreaba con evidente admiración que un niño había presentado una ponencia.

Sin duda, a estas alturas de nuestro discurso ya habrán ustedes adivinado que el joven Miguel de Villanueva es mucho más conocido por el nombre de su familia, Serveto o, más comúnmente, Servet, oriunda de Villanueva de Sigena, en la comarca de los Monegros de la provincia de Huesca. Aunque quizás a nuestros invitados se les haya escapado admirar la estatua de este eminente científico aragonés, por delante de la cual han tenido que pasar inevitablemente para acceder a este magnífico Paraninfo (Fig. 1).

Figura 1. Estatua de Miguel Servet en la Puerta del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

Miguel Servet es conocido, en el ámbito científico, por haber descubierto y publicado en su obra Christianismi Restitutio, que el tabique que separa el corazón en dos mitades no es, en efecto, poroso y que, por tanto, la circulación pulmonar no se mezcla con la sistémica y que, contrariamente a lo que creía Galeno, la sangre no sigue un movimiento de flujo y reflujo, sino circular.

Los logros científicos del profesor Chinesta nos ocuparán una buena parte del resto de este discurso.

El profesor Chinesta comienza su tesis doctoral bajo la dirección del profesor Arnaud Poitou, actual director de la Ecole Centrale de Nantes. Ésta versará sobre el flujo de un fluido termoplástico reforzado con fibras cortas y la defenderá en 1993. Abre así una de las que serán sus líneas de investigación durante el resto de su carrera y que no abandonará nunca: la Reología Computacional. Sus aportaciones en esta línea de trabajo le llevarán a obtener el premio Maurice Couette de la Sociedad Francesa de Reología en 2008.

Del año 1993 a 1998 Francisco Chinesta es profesor en la Universidad Politécnica de Valencia. Obtiene por oposición una plaza como profesor titular de escuela universitaria con una clase magistral sobre la demostración del principio de Saint Venant por la teoría de semigrupos que supone un pequeño escándalo en una escuela en exceso tradicional en esa época.

En 1998 regresa a Francia, obteniendo una plaza como profesor titular en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios (CNAM), en concreto en su Laboratorio de Reología y Termodinámica de Materiales Macromoleculares. En esta época de juventud entra en contacto con las más modernas teorías sobre el flujo de materiales poliméricos cultivadas por los discípulos del eminente físico francés y premio Nobel Pierre Gilles de Gennes.

En seguida, en diciembre de 1999, defiende su habilitación (antigua tesis de Estado) en la Universidad Pierre y Marie Curie, con una tesis sobre los fenómenos de transporte en los procesos de fabricación de pastas cerámicas y polímeros. De lo fructífero de esta época de juventud habla la concesión del Premio Científico de la Sociedad Europea de Procesos de Conformado (ESAFORM), otorgado en Stuttgart en abril de 2000.

En septiembre de ese mismo año, en el transcurso del congreso de la Sociedad Europea de Métodos Computacionales en Ingeniería y Ciencias Aplicadas, ECCOMAS, en Barcelona, nos presenta mi director de tesis, el profesor Manuel Doblaré, y lo convenzo de asistir a la sesión sobre métodos de simulación sin malla, que por aquel entonces constituían el tema de mi aun no finalizada tesis doctoral. Estos métodos apasionan al joven profesor Chinesta y le ocuparán buena parte de los años siguientes, a la vez que constituyen una oportunidad única para la colaboración con nuestra Universidad, que ya nunca más se interrumpiría.

En el año 2001 se incorpora a la Escuela Nacional Superior de Artes y Oficios (ENSAM) de Paris, ya como catedrático, y comienza una de sus más fructíferas etapas investigadoras, llegando a ser nombrado director del Laboratorio de Mecánica de Sistemas y Procesos en 2007. Antes, en 2006, es invitado a pasar un año en la Universidad de Cambridge, en el grupo de polímeros del Departamento de Ingeniería Química, y es nombrado “senior member” del Robinson College.

Decía Max Weber que, en ciencia, “la ocurrencia no puede sustituir al trabajo, como éste a su vez no puede ni sustituir ni forzar a la ocurrencia, como no puede hacerlo tampoco la pasión”. Ni trabajo ni pasión ni tampoco ocurrencias le faltan en esta primera época parisina al profesor Chinesta. Y es que a veces, al científico, las mejores ideas le sobrevienen “mientras pasea por caminos en leve cuesta…”[2]. Esto precisamente es lo que le ocurrió al profesor Chinesta en 2006, mientras caminaba por el Paseo de la Castellana en Madrid, luego de una visita a nuestros comunes amigos de la Universidad Politécnica de Madrid, los profesores Enrique Alarcón y Manuel Laso. Intrigado por la posibilidad de resolver numéricamente la ecuación de Fokker-Planck, una ecuación especialmente enrevesada que gobierna la probabilidad de que una cadena de polímero se encuentre en un estado determinado, encuentra ante sí la posibilidad de aplicar una técnica descrita siglos antes por Fourier: la separación de variables. El profesor Chinesta sistematiza así y generaliza después el método de aproximación de ecuaciones en derivadas parciales mediante separación de variables, dando lugar a la que seguramente es su contribución científica más famosa, el método de Descomposición Propia Generalizada, conocido por sus siglas en inglés, PGD.

El desarrollo de la PGD abre una segunda etapa en la vida científica del profesor Chinesta que le llevará a sus mayores logros. Tras comprobar que la PGD hunde sus raíces también en la Descomposición Propia Ortogonal (POD), y en general en la totalidad de los métodos de reducción de modelos utilizados en Mecánica, se encuentra ante una época fructífera como pocas en términos científicos.  Surgen aplicaciones de la recién desarrollada técnica en los más variados campos de la técnica: desde la ecuación de Schrödinger hasta las placas y las láminas; desde los materiales compuestos hasta la simulación en tiempo real; desde la cirugía computacional hasta la optimización de forma, la ciencia basada en datos o los procesos de fabricación.

Es en esta época cuando EADS, la multinacional europea de la aviación, le ofrece el soporte económico para una cátedra en Nantes, incorporándose así a la Ecole Centrale en 2008. Del éxito científico de esta época hablan su nombramiento como Caballero de la Orden de las Palmas Académicas en 2011; como miembro senior del Institut Universitaire de France, también en 2011; como fellow de la Asociación Internacional de Mecánica Computacional (IACM) en 2012; la recepción de la medalla de la Villa de Nantes en 2012, lo cual muestra también su vínculo con la que fue su villa de acogida, y, por fin, el nombramiento como académico correspondiente de la Real Academia de Ingeniería de España en 2013.

El vínculo del profesor Chinesta con el que ha sido su país de acogida lo demuestra la rapidez inusitada con que ha sido reconocido como ciudadano francés, así como el reconocimiento como caballero de la Orden del Mérito francesa en 2015, otorgado por el Primer Ministro Manuel Valls. Los reconocimientos, sin embargo, no cesan y el pasado diciembre hemos tenido el placer de saber que la Asociación Internacional de Mecánica Computacional (IACM) le acaba de otorgar el premio O. C. Zienckiewicz, una de sus más altas distinciones, que recibirá en Nueva York el próximo mes de julio, justo cuando se cumplirá un año de su regreso a París y al ENSAM que una vez lo vio despuntar como una de las grandes figuras de la Mecánica Computacional.

El mismo Weber, antes mencionado, decía que al académico “no le bastará con estar cualificado como sabio, sino que ha de estarlo también como profesor, y estas dos cualidades no se implican recíprocamente ni muchísimo menos”. Afirma Weber que “una misma persona puede ser un sabio excepcional y al mismo tiempo un profesor desastroso”[3], y cita como ejemplos a Helmholtz y a Ranke. Créanme ustedes si les digo que yo he visto salir al profesor Chinesta del aula entre aplausos de sus alumnos. Y no una vez. Cualquiera puede tener una clase más o menos inspirada. No. Todas y cada una de sus clases sobre historia de la ciencia acababan en Nantes con una cerrada ovación de sus alumnos, tal es la implicación del profesor Chinesta en la transmisión de los conceptos. No conozco a nadie que transmita la pasión por lo que hace de la misma manera. Que enseñe a comprender los más complejos modelos como lo hace el profesor Chinesta. Que convierta viejos métodos en apasionantes descubrimientos y las teorías más clásicas en vibrantes historias con modernas implicaciones. Que involucre a un anfiteatro repleto de estudiantes en una historia que les engancha y que no pueden abandonar.

Pero, con todo, lo que hace al profesor Chinesta acreedor de este merecido reconocimiento que hoy le entrega la Universidad es, bajo mi punto de vista, su enorme generosidad para con esta institución que hoy nos acoge en su paraninfo. Google Scholar recogía en febrero de 2018 doscientas sesenta obras de distinto tipo publicadas conjuntamente con miembros de nuestra universidad: unos ochenta artículos en revistas científicas, innumerables presentaciones en congresos y tres libros escritos conjuntamente. El profesor Chinesta ha acogido en su laboratorio, siempre desinteresadamente, estancias pre y posdoctorales de profesores hoy bien asentados en nuestra Universidad: David González, Icíar Alfaro, David Bel, Miguel Ángel Martínez o yo mismo hemos tenido el inmenso placer de poder disfrutar del hervidero de ideas que es su grupo. Hemos tenido el placer de dirigir conjuntamente, en régimen de cotutela, dos tesis doctorales; ha recibido a nuestros estudiantes doctorales (Siamak Niroomandi, Carlos Quesada o Alberto Badías han pasado por sus manos) y ha sido el responsable del convenio de colaboración firmado entre el I3A y la Ecole Centrale de Nantes que ha posibilitado no pocos de estos intercambios. Su generosidad le ha llevado a participar, de manera siempre desinteresada, en cuatro proyectos de investigación del Plan Nacional bajo nuestra dirección y otros tantos de financiación privada.

En fin, permítanme que termine esta laudatio con unas palabras a nivel personal. Y para ello voy a utilizar, con su permiso, el primero de los pasajes del Libro de los Abrazos, de Eduardo Galeano. Porque describe mucho  mejor de lo que yo hubiera podido hacerlo nunca la personalidad del profesor Chinesta. Se titula “El Mundo” y dice así:

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.

A la vuelta conto?. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana.

Y dijo que somos un mar de fueguitos.

-El mundo es eso -revelo?- un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.

Mucho me temo que eso es lo que nos ha sucedido a los que hemos tenido el placer de trabajar con el profesor Chinesta. Nos hemos acercado a él y nos hemos encendido de ciencia, de pasión por nuestro trabajo universitario y de amistad.

Hoy nuestra querida Universidad lo incorpora a su claustro de doctores. Y ello nos enorgullece sobremanera. Solo podemos agradecer a quienes lo han hecho posible su apoyo en este merecido homenaje.

                                                                                                                                             Zaragoza, 1 de junio de 2018

Elías Cueto y David González