Vicente Calatayud, María Castellano Arroyo
El honor que me concede, la varias veces centenaria Universidad de Zaragoza, se convierte en realidad al permitirme presentar como nuevo doctor honoris causa al profesor Rüdiguer Lorenz, compañero, amigo y maestro a lo largo de nuestro largo caminar como universitarios.
Mi más sincero agradecimiento al Departamento de Cirugía, a la Facultad de Medicina de nuestra Universidad, así como al Claustro Universitario que aceptaron por unanimidad la propuesta a favor del profesor Lorenz.
Nace en septiembre de 1932 en Niderfishbach/Kreis Altenkirchen (Alemania). En 1939 cursa sus estudios de primaria y posterior bachillerato en Hannover, que le permiten comenzar sus estudios de Medicina en 1951 en la Universidad de Bonn. Estudios que completa con Filosofía y Psicología en Göttingen. Doctor por la Universidad de Hannover, eligiendo para desarrollar su labor universitaria las Ciencias Neurológicas, específicamente la Neurocirugía.
Esta labor la comienza en la Universidad de Giessen, en donde tuve la oportunidad de conocerlo personalmente y durante casi una decena de años colaborar y aprender a su lado bajo la dirección de nuestro común maestro el profesor H.W. Pia. Este periodo de formación, me permitió conocer las características científicas de nuestro doctorando, pero sobretodo la condición humana, que superaba con creces la científica, de un hombre que con su esfuerzo recorrió un camino que culmino con el reconocimiento unánime de su labor tanto en su propio país como en la comunidad científica internacional. Condecoraciones y honores acompañan la personalidad científica. Tres doctorados H.C. en diferentes Universidades, entre ellas la de Zaragoza. Innumerables trabajos y publicaciones. Reconocimiento de su labor por diferentes sociedades y academias científicas como la Real Academia de Medicina de Zaragoza.
Su aportación científica es abundante y se ocupa tanto de los aspectos psicológicos de los enfermos neuroquirúrgicos, como de los neurovegetativos, analizando la repercusión de los procesos patológicos en el comportamiento de los pacientes y en sus constantes vitales. Los fríos números solo son un signo cuantitativo: más de una veintena de libros, dos centenares de trabajos científicos y más de 400 publicaciones avalan una intensa labor. La calidad de esta labor ha sido reconocida hasta ahora, en su actual retiro en Frankfurt, por instituciones públicas y privadas. Fue director del Centro de Neurología y Neurocirugía de la Universidad de Frankfurt. Presidente de la Sociedad Alemana de Neurocirugía. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Humbolt, entre otros.
Si todo viaje a lo desconocido, o poco conocido, es una aventura, la más apasionante es sin duda la que se puede hacer por los espacios, diáfanos y laberínticos a la vez del ser humano, y si el humano es un verdadero creador, como es el caso del profesor Lorenz, el atractivo, la seducción y el riesgo de esa travesía son mucho mayores. Si además ese creador, lo es realmente, con una generosidad, apenas audible, por su radical y concentrada soledad intima, entonces vale la pena incluso, de correr el riesgo, de algún descalabro, de alguna perdida en el camino; incluso, de toparse con algún muro infranqueable a fuerza de ser sencillo pero poderoso.
Decía, el que escribe estas líneas, el día que el profesor Lorenz se doctoró en el Paraninfo de nuestra Universidad que acercarse con palabras solo a su vida, y a su, entonces incompleta, hoy completa obra científica, suponía un reto, ahora mayor, muy tentador, incluso, o precisamente para alguien que le conoce, le admira y le estima profundamente desde hace más de 40 años. Desde que se incorporara a su Cátedra de Frankfurt sus enseñanzas evolucionaron progresivamente a un mayor humanismo, o dicho con más justicia, a una mayor humanización. El profesor Lorenz siempre huyo de aquella forma de enseñanza basada en inculcar a los alumnos un “doble” del docente de manera que al final todos fuesen como el maestro.... pero peor. Enseñanza nefasta, que en ocasiones clarísimas ha llenado la Universidad de epígonos apagados, sin personalidad propia y casi siempre cogiendo solo la carcasa o piel de la obra del maestro. Hacer docencia donde cada alumno es un caso distinto es duro y menos halagador, que dictar normas que sirvan para todos. Naturalmente esta forma de enseñanza requiere volcar una parte importantísima de nuestra propia vida en los demás.
Amante de la música, Beethoven era su preferido, y de la literatura donde Goethe estaba siempre presente. Hoy, aun me recuerda cuando hablamos con reposada y feliz nostalgia, aquella frase de su autor preferido “Pensar es fácil. Actuar es difícil. Actuar según el pensamiento es lo más difícil que hay” Ha sido una máxima a lo largo de su vida
Vicente Calatayud Maldonado