Eloy Fernández Clemente, Gonzalo Borrás Gualis
José Antonio Labordeta ha sido el aragonés más conocido y querido en la comunidad aragonesa en el último medio siglo, y también fuera de ella. Nacido en Zaragoza el 10 de marzo de 1935, hijo de un catedrático de Instituto cesado por el ejército sublevado y director del colegio privado Santo Tomás de Aquino, donde cursaría el bachillerato, junto a sus amigos Emilio Gastón, Santiago Marraco y Vicente Cazcarra.
Tras la muerte de su padre en 1953, le sucedió en la dirección el hijo mayor, Miguel, hombre de gran cultura, el principal poeta habido en Aragón en el siglo XX, y bajo cuya influencia crece José Antonio, que acude a las tertulias poéticas del café Niké, presididas por aquel. Ya había comenzado a escribir en la revista Samprasarana y en Papageno, y dirigirá Orejudín, a la vez que se licencia en Letras en 1960 en esta Universidad. Poco antes ha publicado su primer libro de poesía, Sucede el pensamiento (1959).
José Antonio dedicará parte de su obra, textos y canciones, a evocar la figura de su hermano Miguel, muerto en 1969, logrando su reconocimiento por la historia y la crítica literarias españolas. Junto con su hermano Donato, donaron a esta Universidad la biblioteca del poeta, que hoy se ubica en la María Moliner de la Facultad de Filosofía y Letras.
Lector de español en Aix-en-Provence (Francia), en 1964 casa con Juana de Grandes y como ha obtenido plaza de profesor de Enseñanza Media, van a Teruel, el sur profundo y duro de Aragón. Años mitificados, de vivencias profundas, lecturas, reflexión, amistad, indignación, decisión de cambiar el país. Primeras canciones; clases de un estupendo profesor, tutoría en el célebre colegio menor San Pablo, donde dirige teatro y promueve el periodismo escolar. Allí coincide con el dramaturgo J. Sanchis Sinisterra, el filósofo A. Cebeira, el naturalista A. Sanmiguel, el latinista J. Oliver, y quien firma, entre otros. Y alumnos como J. Carbonell, F. Jiménez Losantos, P. Luengo, los Serrano, C. Magallón, C. Tirado; publica su libro Las Sonatas (1965) y comienza a colaborar en revistas literarias como Ínsula y Papeles de Son Armadans, sobre Unamuno o César Vallejo; graba canciones de autor, y protagoniza la película del aragonés Antonio Artero, Monegros.
En las siguientes décadas escribe libros de poemas como Método de lectura, Jardín de la Memoria, Diario de un náufrago, Monegros, Dulce sabor de días agrestes, relatos y textos de la Guerra Civil (Cada cual que aprenda su juego, El Trajinero), viajes (Aragón en la mochila, Un país en la mochila, Tierra sin mar), o memorias como Con la voz a cuestas, Mitologías de mamá, Los amigos contados, Banderas rotas, Cuentos de San Cayetano, Memorias de un beduino, sobre los años de diputado en el Congreso. Poco antes de morir publica sus mejores memorias: Regular, gracias a Dios. En 1978 el filólogo José-Carlos Mainer, le estudiaba en Júcar y ya hizo en Lumen una antología de su poética.
Vuelca en sus libros y artículos, su hondo y tierno sentido de la amistad, en su esfuerzo diario por superar tanta mediocridad y tanta desolación (una de sus palabras recurrentes) con unas gotas de esperanza. En Tierra sin mar muestra tantas horas de desánimo ante tanta corrupción, tanta estupidez, tanta mentira, en tierra de soledades y tristezas, por esa réplica ética individual fortísima, esa moral para resurgir hacia la rabia, la lucha, el riesgo.
En periodismo colaborado en El Día, Heraldo, El Periódico, Diario 16, El Mundo, y otros, y en tertulias de radio y televisión. Y sobre todo en Andalán, la más hermosa aventura emprendida por él con muchos de nosotros. Labordeta fue el hermano mayor, por edad y autoridad moral, bajo la que aportamos ideas, trabajo, discusiones, generosidad, y aprendimos ciudadanía, democracia, periodismo. Es de señalar que una parte decisiva de su Junta de Fundadores, de su equipo de redacción, la integraron profesores y estudiantes de esta Universidad.
Como cantautor, desde que en 1970 llega a Zaragoza, donde dirige un instituto filial del barrio de Torrero, Labordeta publica en 1971 el libro Cantar y callar, con problemas de censura, y es ya la figura central en el I Encuentro de la Canción Aragonesa. El poeta logra acceder a grandes públicos, llevando mensajes de amor y amistad, hermosas imágenes de la soledad de los ancianos, la despoblación por la emigración, y describiendo y combatiendo otros muchos problemas, en discos tiernos, irónicos, airados, como Tiempo de espera, Que no amanece por nada, Cantata para un país, Las cuatro estaciones, Qué queda de ti, Aguantando el temporal, Qué vamos a hacer, Trilce. Da recitales por todo Aragón, por toda España y por numerosos países de Europa: Labordeta en directo da cuenta de ello. Su Himno a la libertad, símbolo de la lucha por la democracia y las libertades, será recitado por millones de personas aquí y en toda América Latina. Con él han cantado sus amigos Aute, Serrat, Sabina, Imanol, Paco Ibáñez, Ana Belén y Víctor Manuel, Luis Pastor, Ovidi Montllor, Pablo Guerrero.
Como guionista y protagonista, sus veintiséis programas de “Un país en la mochila”, emitidos en los años noventa por TVE le hicieron muy conocido y querido, y constituyen todo un tratado de Antropología y Etnografía, de Geografía e Historia, que muestra con curiosidad y respeto diecisiete comarcas españolas, elegidas por su belleza e interés, pero también por su situación recóndita, marginal.
Este sabio de gorra y alforja, habla con guardias forestales, curas, artesanos, almadieros, amas de casa, solitarios y, en general, gentes curiosas. Protesta del destrozo de algunas carreteras, la deforestación, el brutal aprovechamiento del agua. Y medita ante la miseria, el abandono, la soledad, cantando al mundo rural que se nos va, llevándose tantos recuerdos, modos de hacer, canciones y refranes.
Siembre ha acudido allá donde ha sido requerido, sin que quienes le invitaban ni él considerasen de qué partido eran. No hurtó, sin embargo, su apoyo al Partido Socialista de Aragón (años utópicos, ingenuos, inolvidables), el Partido Comunista (al que apoyó en varias ocasiones), y sobre todo la Chunta Aragonesista, con la que fue diputado en las Cortes de Aragón y luego en el Parlamento español por dos legislaturas, siendo persona muy respetada por casi todo tipo de políticos, periodistas y opinión pública, por su trabajo intenso en las comisiones y el tono y estilo de sus frecuentes intervenciones.
Miembro del Comité de Honor de Rolde de Estudios Aragoneses, éste le ofreció un gran homenaje en 2008, en el que se presentó el libro coordinado por Javier Aguirre, José Antonio Labordeta. Creación, compromiso, memoria, principal estudio sobre él.
Entre otros, ha recibido el Premio Lanuza de las Cortes de Aragón, la Medalla de Oro de la Ciudad de Zaragoza, la de Santa Isabel de la Diputación de Zaragoza. Premio de las Artes, Medalla al Mérito en el Trabajo, Medalla de Oro del Gobierno de Aragón, a título póstumo. A su muerte, el 19 de septiembre de 2010, la reacción popular fue extraordinaria, acudiendo a su velatorio en la Aljafería más de 50.000 personas, y ocupándose de la noticia ampliamente todos los medios de comunicación.
Eloy Fernández Clemente