Héctor Vallés Varela, Ricardo Lozano Mantecón
Es para mí motivo de orgullo y un gran honor presentar al profesor Graeme Clark en su ceremonia de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza. El profesor Clark es un científico genial, un investigador extraordinario y, por encima de todo, es un hombre excepcional a quien quiero que conozcan mejor: Graeme Clark nació en 1935 en una pequeña población de Candem, en Nueva Gales del Sur, cerca de Sídney (Australia).
Su padre, Colin, farmacéutico de profesión, sufrió una sordera progresiva que le limitó profundamente en sus relaciones sociales y profesionales. El grado de la sordera paterna fue tal que Graeme tuvo que trabajar durante muchas horas en la farmacia familiar para ayudar a su padre a dispensar las medicinas y atender a los pacientes.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Colin Clark —el padre de Graeme— pudo adaptarse uno de los primeros audífonos eléctricos que se empezaron a comercializar por aquel entonces.
Todo ello marcó hondamente a Graeme, quien decidió ser médico especialista en oído y dedicar su vida a ayudar a las personas sordas como su padre. Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad de
Sídney y se licenció con honores en el año 1957, obteniendo el número uno de su promoción. Posteriormente, se trasladó a Escocia e Inglaterra, donde se especializaría en Otorrinolaringología.
Terminado su periodo de formación en 1967, regresó a Australia, donde se dedicó, desde el principio, a la otología, especializándose en el campo de las funciones cerebrales de la audición.
En 1969 alcanzó el grado de doctor en la Universidad de Sídney (Australia) con una tesis doctoral sobre El oído medio y los mecanismos neurológicos de la audición y su relación con la hipoacusia.
Movido por su gran vocación y su excepcional curiosidad científica, abandonó el ejercicio práctico de su profesión y se dedicó plenamente a la investigación en este campo.
Su primer objetivo fue desentrañar el mecanismo de la estimulación eléctrica del nervio auditivo, con el propósito de comprender mejor la fisiopatología de la sordera neurosensorial, y encontrar un tratamiento para la misma.
Inicialmente trabajó en la investigación de la tonotopia coclear —es decir, en la ubicación de las zonas del caracol destinadas a recibir las distintas frecuencias del sonido—, así como en el reconocimiento cerebral de los diferentes sonidos.
Ilusionado por la creación de un oído electrónico que pudiera suplir el oído enfermo de las personas sordas, llegó a la conclusión de que se requeriría insertar múltiples electrodos en el interior del oído para que estimularan grupos separados de fibras auditivas, lo que acabaría produciendo picos tonotópicos de sensación auditiva en el cerebro. Animado por esta idea, fue el responsable de los numerosos proyectos de investigación que condujeron al diseño y realización del primer implante coclear multicanal. A este respecto, quiero contarles un momento mágico en la vida del profesor Clark: una mañana de esparcimiento, preocupado por la posibilidad de introducir diversos electrodos en el caracol de los pacientes sordos y la técnica que todo ello exigiría, jugueteaba con una caracola encontrada en la playa. En ese momento, introdujo por azar una brizna de hierba a través del orificio de la caracola. Esta, en efecto, se fue deslizando a lo largo de la estructura interna del caracol, adaptándose a la misma, hasta quedar posicionada profundamente en las últimas espirales de la concha. Allí estaba la respuesta. Debería diseñar y construir un haz portador de electrodos que tuviera la rigidez y al mismo tiempo la flexibilidad adecuadas para introducirse en la cóclea, a lo largo de su estructura, hasta quedar posicionado de tal manera que cada uno de los electrodos en él integrados se enfrentaran a una población neuronal diferente, completando, entre todos los electrodos introducidos, la totalidad del espectro auditivo.
El profesor Clark contribuyó al diseño y realizó la implantación del primer dispositivo coclear multicanal: se trata de un transductor que transforma las señales acústicas en señales eléctricas que se conducen a través de un número variable de electrodos integrados en un haz portador. Esta unidad portadora de electrodos se introduce en el interior de la cóclea y permite que cada uno de los electrodos utilizados estimule un grupo de terminaciones nerviosas auditivas de las que puedan quedar funcionantes en el caracol del paciente. Estos estímulos, adecuadamente codificados mediante distintas estrategias informáticas y electrónicas, alcanzarán las áreas cerebrales auditivas, en donde, tras un periodo de adaptación, son reconocidos como sonidos convencionales y, en consecuencia, desencadenan la sensación auditiva.
Graeme Clark realizó el primer implante coclear multicanal el martes 1 de agosto de 1978, en el Royal Victorian Eye and Ear Hospital. Se trataba de un paciente adulto llamado Rod Saunders, quien, profundamente sordo de ambos oídos, recuperó su audición normal. Tras diversas intervenciones en pacientes adultos, realizó la primera intervención coclear multicanal en una niña, llamada Sian, de dos años y medio de edad, el 13 de marzo de 1990. Sian desarrolló un lenguaje normal, unos años después.
Esta intervención quirúrgica abrió las expectativas de curación a aquellos niños con sordera profunda prelingual, quienes, a partir de ese momento, serían capaces de integrarse, como oyentes y hablantes, en la sociedad normal.
Desde la primera intervención a finales de los años setenta, en todo el mundo se han realizado más de
150 000 implantes cocleares. En España, según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-Facial, en torno a 150-300 niños y 250 adultos necesitan de esta tecnología cada año para recuperar su capacidad auditiva, de tal manera que, en la actualidad, en nuestro país, se han realizado unas 6000 implantaciones cocleares.
En nuestro medio, la Universidad de Zaragoza y el Gobierno de Aragón apoyaron decididamente, desde su inicio, lo que hoy conocemos como el Programa de Diagnóstico y Tratamiento de la Hipoacusia Profunda de la Comunidad Autónoma de Aragón.
La organización sanitaria de nuestro medio y nuestra pequeña dimensión como autonomía nos obligó a la elaboración y seguimiento de un programa propio de diagnóstico y tratamiento de la sordera profunda, en el que se aprovecharon la totalidad de los recursos asistenciales e investigadores disponibles. En este contexto, en 1995 se inició la implantación coclear en nuestro Hospital Universitario Lozano Blesa. En el año 2000 se puso en marcha la Campaña de Detección Precoz de la Hipoacusia, que, desde entonces, valora la normalidad de la audición de todos los recién nacidos de nuestra Comunidad para, de manera temprana, organizar el tratamiento más adecuado en los casos en los que se precise. En 2002 realizamos la primera implantación coclear a un niño menor de dos años.
Desde el primer momento de la implantación coclear, entendimos que la curación de los pacientes hipoacúsicos exigía su rehabilitación auditiva, vocal y cognitiva, por lo que coordinamos nuestros esfuerzos con el trabajo del Colegio La Purísima para niños sordos, en Zaragoza, así como con diferentes asociaciones de hipoacúsicos en otras provincias.
El profesor Graeme Clark es un científico que a lo largo de su vida ha recibido numerosos reconocimientos.
Entre sus honores civiles destacan el nombramiento, en 1983, de Officer of the Order of Australia, por los servicios prestados a la Medicina y, más tarde, en el año 2004, la consecución del más alto honor civil de Australia: el Grado de Companion of the Order of Australia por sus servicios a la Medicina y la Ciencia a través de investigaciones innovadoras para promover el desarrollo de la tecnología del implante coclear en beneficio de todo el mundo.
Entre sus múltiples medallas y premios científicos hay que destacar:
— La James Cook Medal de la Royal Society of New South Wales, concedida en 1992, por sus sobresalientes contribuciones a la ciencia y al bienestar humano.
— La Sir William Upjohn Medal de la Universidad de Melbourne, concedida en 1997 en reconocimiento
a sus sobresalientes contribuciones a la medicina.
— El Victoria Prize, otorgado en 1999 como reconocimiento de sus sobresalientes logros en el campo de la ciencia, la ingeniería y la tecnología.
— El Prime Minister’s Prize for Science, concedido en 2004 en reconocimiento a sus descubrimientos
en los campos de la medicina y la tecnología y la repercusión de los mismos en el continente australiano.
— La medalla de la International Speech Communication Association, concedida en 2005 por sus significativas contribuciones al progreso del lenguaje, la medicina y la tecnología.
— La Royal College of Surgeons of Edinburgh Medal, otorgada en 2005 por sus sobresalientes contribuciones a la medicina.
— El premio de la A. Charles Holland Foundation International, concedido en 2005 por sus fundamentales contribuciones al progreso del conocimiento en los campos de la audiología y la otología.
- El Excellence in Surgery Award, del Royal Australasian College of Surgeons, concedido en 2005 en
reconocimiento al elevado nivel de sus logros quirúrgicos, su labor en la innovación sanitaria y sus principios éticos.
— La medalla Ian Wark de la Australian Academy of Science, otorgada en 2006 por sus contribuciones a
la ciencia y la industria australianas.
— El Zülch Prize, de la Gertrud Reemtsma Foundation, concedido por sus excepcionales logros en el
campo de la investigación neurológica, otorgado en 2007.
— El Lifetime Achievement Award, de la Faculty of Medicine, Nursing and Health Sciences, de la Monash University, que es el máximo galardón de esa universidad, obtenido en 2007.
— En 2009 recibió el Premio Otto Schmitt de la Federación Internacional de Ingeniería Médica y
Biológica, que reconoce las contribuciones excepcionales al progreso del campo de la ingeniería médica y biológica, y se presenta cada tres años en el Congreso Mundial de Física Médica e Ingeniería Biomédica.
— La medalla de Lister, concedida en 2010 por el Colegio Real de Cirujanos de Londres y Glasgow, la
Royal Society y la Universidad de Edimburgo, que se otorga cada tres años y es el premio más prestigioso de ciencias quirúrgicas en el mundo.
Ha sido nombrado Fellow de una docena de sociedades científicas en todo el mundo.
Es doctor honoris causa de numerosas universidades, entre las que cabe destacar la Chung Yuan Christian University (Taiwán), la Monash University, la Universidad de Wollongong y la Universidad de Sídney (Australia) y la Medizinische Hochschule Hannover (Alemania).
Posee numerosísimos honores y reconocimientos civiles, entre los que hay que destacar la elección como Laureate Professor de la Universidad de Melbourne (Australia).
Adicionalmente, ha sido honrado con:
— El Aram Glorig Award, International Society of Audiology.
— El Cavalcade of Science Honour Award, Australian Institute of Political Science.
— El Rio Tinto Science Heroes Award, Australian Science Festival for Industry.
— El Inaugural Volta Award, Cochlear Implant Club International.
— El Clunies Ross National Science & Technology Award.
— El Fletcher Award in Technical Application, New York League for the Hard of Hearing.
— La elección como Member of Collegium Oto-Rhino-Laryngologicum Amicitiae Sacrum.
— La nominación como Australian Vice-Chancellor para representar a la investigación médica de Australia en el Houston Festival de Australia.
— El Royal Australasian College of Surgeons, John Mitchell Crouch Fellowship Award for Surgical Research.
— El BHP Award for the Pursuit of Excellence.
— El Bertha Sudholz Prize, Otolaryngology of the Adelaide University of Australia.
Asimismo, ha recibido el Australian Father of the Year Award, el Australian Entrepreneur of the Year Award (Southern Region), el Senior Australian of the Year y el Australian Achiever’s Award del National Australia Day Council.
Les decía al principio que, además de un gran científico, es una persona excepcional: casado con Margaret desde el año 1961, ha tenido cinco hijos y numerosos nietos. Ellos son su mejor premio.
El profesor Graeme Clark ha tenido la generosidad de viajar desde Sídney para compartir este momento: la Universidad de Zaragoza se siente honrada con su presencia.
Héctor Vallés Varela