Lorenzo Martín-Retortillo y Baguer
El insigne maestro –a este apelativo no le sobra absolutamente nada-, don Eduardo García de Enterría y Martínez-Carande, fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza en 1983, año en el que la Universidad cesaraugustana celebró, con grandes fastos, su IV Centenario.
La personalidad del profesor García de Enterría no admite una descripción de sus muchísimos méritos en tan escasas líneas. Nacido en 1923, en Ramales (Cantabria), se licenció en Derecho, con Premios extraordinarios en la licenciatura y en el doctorado, ampliando sus estudios en Londres y Tubinga. Desde los años cuarenta, época en que comenzó a gestarse su impresionante trayectoria académica y profesional -adquirió por oposición la plaza de Letrado del Consejo de Estado en 1947-, el profesor García de Enterría no ha cesado de producir trabajos científicos en el ámbito del Derecho, al tiempo que encabezaba la “Escuela” de juristas más importante de España y, sin duda, de Europa. Fue tempranamente catedrático de Derecho Administrativo, primero en Valladolid y luego -siempre por oposición- en la Universidad Complutense. En esa privilegiada atalaya, y merced a su generosa aportación al mundo universitario, García de Enterría ha sido capaz de generar un grupo de catedráticos de Derecho Administrativo, vinculados por la figura del maestro y, desde luego, por unas características académicas y científicas comunes, sin parangón. Los nombres de insignes juristas y catedráticos de la Universidad española (Sebastián y Lorenzo Martín-Retortillo, Alejandro Nieto, José Ramón Parada, Ramón Martín Mateo, Tomás Ramón Fernández y tantos otros, incluido el firmante) encabezan la amplísima nómina de discípulos que han contribuido a consolidar y fortalecer el pensamiento contemporáneo sobre las Administraciones Públicas.
Como renovador profundo de los estudios de Derecho Administrativo ha logrado mantener vivo el espíritu de trabajo, de reflexión y de debate ininterrumpido sobre los más variados fenómenos sociales dignos de atención jurídica por los Poderes públicos. En este sentido, el Tratado de Derecho administrativo -elaborado junto a uno de sus primeros discípulos al profesor Fernández Rodríguez-, en sus sucesivas y permanentemente actualizadas ediciones, ha servido de obra de referencia para varias generaciones de estudiantes de Derecho, luego convertidos en jueces, abogados, altos dirigentes de la función pública y, en fin, profesores universitarios, que han transmitido la ciencia jurídica de primer nivel a partir de las ideas y reflexiones que el maestro Enterría les suministró.
Su trayectoria vital y profesional ha sido ejemplar. Apenas incorporado, como letrado, al más alto órgano consultivo de la nación, tuvo ya varias ocasiones de contribuir decisivamente a la implantación del Estado de Derecho en España, reinterpretando, primero, la prolija y compleja legislación española promulgada en la etapa franquista, formando parte, después, de grupos de trabajo que redactaron las pioneras y encomiables leyes básicas reguladoras de la organización y del funcionamiento de la Administración estatal y local, e impulsando, desde el Instituto de Estudios Políticos, la creación de una importante Revista de Administración Pública de la que fue, primero, secretario y, luego, director, que ha canalizado, y continúa haciéndolo, la incesante producción bibliográfica de nuestros administrativistas. Obtenida la Cátedra de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, de Madrid, y sin interrupción hasta su jubilación en 1989 -consecuencia de una ley equivocada que más adelante se rectificó-, ha venido impartiendo clases a los alumnos de licenciatura, dirigiendo tesis doctorales y, muy especialmente, presidiendo un seminario de formación de profesorado por el que han pasado innumerables juristas y en el que la semilla científica del maestro ha dejado una imborrable huella.
Su prestigio, y su fama, trascienden de nuestras fronteras. Buena parte de los juristas europeos han bebido en las fuentes magisteriales del profesor García de Enterría y han compartido con él las inquietudes inagotables en la implantación del Estado de Derecho, democrático y social, así como por la protección y defensa de los derechos humanos. Por otra parte, una gran cantidad de colegas y discípulos allende los océanos dan fe de la permanente influencia del maestro Enterría en prácticamente todos los países de América latina. Su lucha por el Derecho ha sido constante y fructífera. Ningún obstáculo ha impedido al maestro de maestros combatir por la consecución de los más nobles objetivos del jurista: la libertad y la justicia. En buena medida, ello explica su designación como doctor honoris causa de las importantísimas Universidades de La Sorbona (París), Mendoza y Tucumán (Argentina), Nuevo León y Benito Juárez de Durango (México), Valladolid, Santiago de Compostela y, como se sabe, Zaragoza.
Desde esta permanente batalla por los derechos de la persona, frente a los atropellos, las inmunidades, arbitrariedades e injusticias provocadas por el mal uso del poder, García de Enterría fue el primer español designado juez del Tribunal de Derechos Humanos del Consejo de Europa, garante de los derechos fundamentales, individuales y colectivos. Tan honrosa función adornó al maestro Enterría y a sus discípulos, pero, sobre todo, sirvió para extender a esa magnífica corte de garantías muchas de las ideas y doctrinas elaboradas por la rigurosa escuela de administrativistas formada por García de Enterría, jefe y mentor que nunca ha escatimado su generosísima dedicación, ánimo, impulso y palabra justa para quienes han acudido a él en demanda de ayuda.
También el tránsito de un régimen político centralista y dictatorial a una monarquía constitucional y democrática debe mucho al maestro Enterría. Su permanente “lucha contra las inmunidades del poder” -título de uno de sus más estimados libros-, así como sus contribuciones científicas en el ámbito jurídico sirvieron de sólido y solvente cimiento al más importante, eficaz y admirado texto constitucional de la historia española, la Constitución de 1978. Por su impresionante producción jurídica, recibió numerosos premios nacionales e internacionales, como el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1984, y fue elegido miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y, sobre todo, de la Real Academia de la Lengua.
Y su generosidad. Siempre nos ha impresionado del maestro Enterría su permanente dedicación a los numerosos discípulos que acuden en demanda de consejo y a los que no ha escatimado nunca su afecto. Pero la generosidad se extiende a rasgos concretos dignos de admiración. Apenas recibido el Premio Príncipe de Asturias, donó el importe a la entonces incipiente Facultad de Derecho de la Universidad de Cantabria. Pero, por encima de todo, esa generosidad abierta e inagotable se ha manifestado en su actitud, no solamente hacia sus discípulos directos, sino también hacia quienes, desde la aceptación de un modo de entender el Derecho como exigencia de Justicia, han acudido al maestro Enterría.
José Bermejo Vera