Eliseo Serrano Martín y Gabriel Sopeña Genzor
Es tradición inveterada que las universidades otorguen su máximo grado académico ad honorem a personalidades que han ejercido una notable influencia sobre la propia comunidad universitaria proponente o sobre aquellos fines que el Alma Mater dispone como suyos, irrenunciables, identitarios y que garantizan su razón de ser. El título de doctor honoris causa aparece en la legislación educativa española en 1919, en los estatutos aprobados por las once universidades existentes en el momento: además de Zaragoza, estaban Salamanca, Madrid, Valladolid, Barcelona, Santiago, Valencia, Sevilla, Oviedo y Murcia. Gran Bretaña o Estados Unidos concedieron honorary degrees desde los siglos XV y XVII, y Francia y otros países europeos, desde comienzos del XX.
La Universidad de Zaragoza con la concesión del Doctorado Honoris Causa quiere reconocer a “[…] aquellas personas que destaquen, de manera singular, en el campo de la investigación o de la docencia, en el cultivo de las artes y de las letras o en aquellas otras actividades científicas, culturales, técnicas o sociales por las que gocen de un prestigio excepcional y que les hagan portadoras de valores universales”.
Sin duda alguna el candidato reúne en alto grado las cualidades exigidas para acceder al claustro universitario marcadas por la normativa actual. Su cultivo de las artes y de las letras, en sus distintas vertientes de autor, cantante, actor y músico, adquiere y goza de un prestigio excepcional y ha sido y es motivo de investigación, admiración e imitación. Y su compromiso ético y moral, también patente en su cancionero y demostrado día a día desde su empeño en la lucha por las libertades en este país y en los hermanos países hispanoamericanos, le hace portador de estos valores universales.
A tal efecto, y ponderando la excelencia en la adecuación del candidato -tanto a los requerimientos exigidos por la normativa, cuanto al propio espíritu de nuestra institución-, la Facultad de Filosofía y Letras, a propuesta de su Decanato y refrendada por su Junta de Facultad, elevó su decisión de otorgamiento del antedicho galardón a D. Joan Manuel Serrat Teresa. Posteriormente, la Comisión de Doctorado, la Junta Consultiva y el Consejo de Gobierno de la Universidad de Zaragoza lo refrendaron por unanimidad. Por todo ello, parafraseando una de sus más conocidas canciones, para la Universidad de Zaragoza y su Facultad de Filosofía y Letras, hoy es un gran día.
Corresponde a los padrinos académicos la laudatio, el discurso de elogio del candidato, el argumento encomiástico de su obra, cuyas raíces clásicas, sin querer emular los graves epinicios, nos obligan a resaltar sin hipérboles pero de manera gozosa la destacada personalidad del nuevo doctor. Somos padrinos de la ceremonia en cuanto Decano y Vicedecano de la Facultad proponente en un guiño a la totalidad de los saberes practicados y enseñados y a los valores asumidos como identificativos del centro con el autor.
Joan Manuel Serrat nació en Barcelona, de padre catalán y madre aragonesa. Desde sus comienzos y hasta nuestros días, con más de cincuenta años de trayectoria profesional, ha aunado su condición de cantante, compositor y poeta, habiendo resultado su concurso valiosísimo para convertir a la canción en un arte mayor en la Europa de finales del siglo XX. Un buen refrendo de ello son los numerosos ensayos y estudios críticos realizados acerca de su cancionero, que ha hermanado dos lenguas –castellano y catalán- y que ha conseguido aquilatar la cultura popular y otras formas musicales y poéticas de índole y campos contemporáneos, ejerciendo una indeleble influencia sobre la vida de millones de personas durante varias generaciones.
Incontrovertiblemente, su tarea componiendo música sobre los poemas de Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti –entre otros-, así como las realizaciones de su completa autoría, le han convertido en un embajador privilegiado de la cultura hispánica y en una de las referencias españolas en el ámbito de las artes de mayor proyección y respeto en todo el mundo. Sus más de sesenta discos editados en español y catalán y varios de Homenajes y numerosas versiones de sus canciones en los más diversos idiomas del planeta –desde el francés al hebreo, pasando por el portugués o el euskera- son ejemplo del trabajo esforzado del autor y de las reiteradas manifestaciones de respeto y admiración por parte de escritores, compositores y artistas de los más diversos estilos, desde el rock a la música sinfónica, el jazz progresivo, el folk o el flamenco, entre otros. Algunos de sus trabajos como intérprete y compositor han sido unánimemente catalogados como obras insignes del acervo cultural hispánico. Sobre algunas, permítasenos que volvamos a lo largo de esta laudatio.
Cançó de bressol, canción de cuna, es un homenaje a su madre belchitana “filla del vent sec i d’una eixuta terra. D’una terra que mai no has pogut oblidar”, que comienza con una jota y se transforma en canto reivindicativo de aquellos que tuvieron que abandonar sus hogares, primero, por una maldita guerra civil, después, por la emigración pero que no lograron hacer olvidar a “tus hermanos de sangre, tus hermanos de lengua”.
Su álbum Mediterráneo (1971) figura entre los más importantes de la música de nuestro país por su influencia (aunque también por sus ventas). De tal modo, la canción que da título al disco fue elegida por votación, en 2004, como la mejor canción de la historia de la música popular en España; fue también escogida como la mejor del pop español de todos los tiempos por la revista Rolling Stone en 2010. Mediterráneo es un canto luminoso a la civilización, “a los cien pueblos que, desde Algeciras a Estambul han vertido en él llanto eterno”, y que para oprobio de la humanidad se sigue derramando por el drama que no cesa de los refugiados; una canción a las raíces propias y a la niñez, al amor y a los recuerdos. Su eterno valor es que representa un himno y forma parte de la educación sentimental de varias generaciones que nunca sabremos ni podremos pagar, aunque con concesiones como la que nos convoca pretendemos aminorar la deuda.
Para la libertad forma parte del poemario de Miguel Hernández El hombre acecha y es una clara muestra del compromiso político del poeta de Orihuela que trasciende el momento concreto de su composición y Serrat lo ha interpretado con la contundencia que imprime el argumento. Todo el cancionero hernandiano musicado por Serrat en 1972 con el disco Miguel Hernández y en 2010 con Hijo de la luz y de la sombra fue acercado, y en cierta medida descubierto para el gran público, como había sucedido unos años antes con Machado a través de Dedicado a Antonio Machado , poeta, de 1969. Con este trasladó al imaginario popular la fuerza del poeta de Campos de Castilla, pero también al intimista enamorado y al reflexivo comprometido. Su “caminante no hay camino, se hace camino al andar” acompañó momentos gozosos y rompió no pocas gargantas en recitales y manifestaciones en la época de la transición.
En fin, no resulta mérito menor haber sido número uno de ventas en España en idioma catalán y en dos ocasiones: la primera en 1996 -con el disco Banda Sonora. D'un temps d'un país, donde interpretaba canciones de otros autores y de cantantes catalanes-, recopilatorio de canciones significativas de los tiempos de la Nova Cançó y que le marcaron profundamente, y la segunda en 2006, con el disco Mô (Mahón). No se debe olvidar que sus comienzos fueron también reivindicación de las canciones en catalán, sobre todo con “Els setze jutges”, grupo heterogéneo de gente cuya influencia de la canción francesa, especialmente de Georges Brassens ha recordado en no pocas ocasiones.
El álbum Mô es un homenaje a su último refugio, como confesaba en su Antología desordenada: “ allí en Mô, a la orilla del mar, tengo una casa con una ventana desde la que se ve el mar y frente a la cual desfilan los barcos y los días”.
Serrat, con su cancionero se convierte en un gran filósofo, pues a decir de su querido Machado, “los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas”. Nada tan cercano a su vida y a su pensamiento como su poesía, la propia y la que transforma en suya. Y una vida llena de amigos, compartiendo escenario y cantando las canciones de unos u otros; aquí hay que citar a Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos o Joaquín Sabina, con todos ellos, con exitosas giras. O los que participan en Antología desordenada, más de treinta grandes cantantes que le profesan su devoción. Pero también reconoce en sus diversos escritos autobiográficos la importancia que han tenido en su vida y carrera profesional gentes como Ricard Miralles, Tete Montolíu, Lasso de la Vega, los exiliados en México, Quico Sabaté, el Maestro Bardagí, Joan Albert Amargós y un montón de nombres más desgranados en los textos introductorios a sus discos.
De 1968 a 1972 protagonizó tres películas con excelentes y comprometidos directores (Antonio Ribas, Rovira Beleta y Jaime Camino) y la última con guión de Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma, novelista y poeta, ambos con voz personalísima. Con ironía recordaba Serrat que su “mayor contribución al progreso del cine fue abandonar su carrera cinematográfica”.
Por otra parte, ya en una vertiente social, debe resaltarse muy vivamente la constante defensa de los valores éticos y democráticos universales realizada por Joan Manuel Serrat a lo largo de su medio siglo de labor, al enfrentarse públicamente a toda forma de discriminación y de intolerancia, abogando por la integración, la solidaridad entre los pueblos y por un pensamiento plural en plena paz, justicia y libertad. Por tal motivo sufrió exilio; y por ello, del mismo modo, ha sido reconocido con numerosos galardones. La defensa del Humanismo, de la tolerancia y de la libertad han marcado el compromiso y la trayectoria social de Serrat. Como muchos ciudadanos españoles ayudó a crear espacios y tiempos con libertad de pensamiento y expresión como los que soñaron “en una comunidad libre en que todos los hombres, y mujeres, pueden pensar lo que quieran y decir lo que piensan”, en la versión moderna de Spinoza.
Su vinculación con Aragón –de la cual él se ha sentido siempre orgulloso y que ha honrado tanto en su obra como en su vida- es de raíz muy poderosa. Su madre, María de los Ángeles Teresa, era belchitana; y también lo era su tía, en cuya casa zaragozana de la calle Santa Teresita, en el barrio de las Delicias, siendo niño pasó algunas temporadas. Con el tiempo generó un reguero de amigos en la capital, a la que vuelve de manera asidua. El 6 de julio de 2004 recibió la Medalla de Oro de Santa Isabel de la Diputación de Zaragoza y el 8 de octubre de 2016 fue distinguido con el título de Hijo Adoptivo de Zaragoza.
Estrecha ha sido también su relación con nuestra Universidad. En concreto, por recordar dos acontecimientos recientes de indudable relieve, Joan Manuel Serrat fue impulsor de la muestra sobre Miguel Hernández en la Sala Luis Buñuel del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza (Hijo de la luz y de la sombra. Imágenes para un poeta), que se desarrolló del 26 de enero al 6 de marzo de 2011 con motivo del centenario del nacimiento del poeta de Orihuela y que tuvo a Agustín Sánchez Vidal y Ana Marquesán como arquitectos de la misma. Entre el 20 de octubre de 2017 y el 7 de enero de 2018, tuvo lugar en el Palacio de Sástago la exposición Dicen que hay tierras al Este. Vínculos históricos entre Aragón y Cataluña. Siglos XVIII-XX, organizada por el Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial de Zaragoza y con amplia participación universitaria encabezada por Alberto Sabio, su coordinador. Serrat dio su apoyo, colaborando con la misma y participando en la inauguración con la interpretación de su Cançó de bressol. También ha colaborado con la universidad en otras iniciativas altruistas como la edición del disco Tierra, poemas y músicas de las esferas, en el que canta Pare de 1973, y que fue una iniciativa de Ciencias de la Tierra con el concurso de otras instituciones. Y Gabriel Sopeña, padrino en esta ceremonia, fue productor del tema …Para piel de manzana, que interpretó Loquillo, en el disco homenaje Serrat eres único de 1995.
A lo largo de su dilatada carrera ha recibido multitud de galardones y distinciones a uno y otro lado del Atlántico, en países hispanoamericanos a los que el autor considera sus hermanos. Entre otros premios el Gobierno de España le otorgó la Medalla de las Bellas Artes, la del Mérito al Trabajo, la Encomienda al Mérito Civil o el Premio Nacional de las Músicas Actuales; varias ciudades españolas e hispanoamericanas le dieron sus Medallas de Oro (Barcelona, Mahón, Viana, Lima, Espluges de Llobregat) y otras condecoraciones como Hijo adoptivo y premios musicales como el Grammy latino 2014 “A persona del año” o el Ondas. En Francia es Caballero de las Artes y las Letras y en Chile, México, Argentina, Colombia, Venezuela, Uruguay y Ecuador posee las más altas distinciones nacionales. Y como ya se ha dicho, Medalla de Oro de la Diputación de Zaragoza e Hijo Adoptivo de las Ciudad de Zaragoza.
En definitiva, con esta propuesta la Facultad de Filosofía y Letras se inscribe en una línea de reconocimientos plenamente refrendada, dado que Joan Manuel Serrates ya Doctor Honoris causa por once universidades, cuatro españolas (Complutense de Madrid, Miguel Hernández de Elche, Pompeu Fabra y Lleida) y siete hispanoamericanas, tres argentinas y cuatro mexicanas: Nacional del Comahue de Neuquen, Córdoba y Rosario en Argentina; Autónoma del Estado de Morelos de Cuernavaca, Puebla, Nacional Autónoma, Autónoma del Estado de México en México.
La aceptación de este Doctorado Honoris Causa por el ciudadano Joan Manuel Serrat hace que sea la Universidad de Zaragoza la que se sienta profundamente agradecida y complacida por incorporar a su Claustro a quien representa de manera tan rotunda la cultura poética y musical de este país.
Doctor Serrat, todo nuestro respeto y admiración.
Eliseo Serrano Martín